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Aviones, antenas y helados: como afecta un side project a la productividad de un equipo
Eran las 8 de la tarde y, a pesar del calor
abrasador de finales de julio, aún seguíamos encerrados en aquella
oficina con el aire acondicionado estropeado.
El equipo se repartía entre la azotea del edificio –buscando el mayor alcance posible para captar mensajes ADS-B
de los aviones que aterrizaban y despegaban de Barajas con nuestra
antena casera de 1.090 hercios- y la sala de reuniones, donde
descodificábamos la señal y comprobábamos los datos mientras comíamos
helado. Nada que ver con nuestro día a día, estábamos trabajando en
nuestro side project.
Un side project es un proyecto paralelo que puede estar
relacionado o no con la actividad principal de los profesionales
involucrados en el. Suele ser una vía de escape para satisfacer
intereses e inquietudes, así que ¿Debería preocuparnos o tranquilizarnos
su existencia? ¿Deberían ser promovidos o prohibidos por las empresas?
Una empresa no puede evitar que sus trabajadores se involucren en side projects,
pero puede arrinconarlos en el tiempo libre del empleado o apoyarlos
para intentar beneficiarse de los mismos. Cualquier opción es
perfectamente válida. Lo único estúpido y torpe sería ignorar los proyectos paralelos o intentar ocultarlos. No promover una cultura de confianza y transparencia que permita que la gente hable tranquilamente de sus side projects durante la hora del café o, incluso, utilice las instalaciones de la compañía fuera del horario laboral.
Porque un side project
es una auténtica mina de información sobre las aspiraciones de un
equipo, de la que un líder competente puede sacar oro: desde las
tecnologías y herramientas que más llaman la atención a los técnicos,
hasta nuevas funcionalidades -o diferentes formas de solucionar
problemas y necesidades- que, por una razón o por otra, no han
encontrado acomodo en la línea de trabajo oficial.
Algunas empresas han analizado el coste que supone dedicar parte de la jornada laboral a side projects y han decidido que les compensa más que asumir el riesgo de no hacerlo. Porque, en el caso de que estos side projects fueran a más, no tendrían ningún tipo de derechos sobre los mismos. El caso más famoso es el de Google y su Regla del 20%, que permite a sus empleados dedicar el 20% de su tiempo –un día a la semana- a proyectos personales.
La realidad, como siempre, es un poco más
compleja. La mayoría de compañías que han adoptado la Regla del 20%, lo
que en realidad impulsan es una Regla del 120%. Si, los trabajadores pueden dedicar el 20% de su tiempo a side projects
sin la aprobación previa de sus responsables, pero su evaluación anual
–y, por tanto, sus ascensos o aumentos salariales- sólo se basan en su
aportación a los proyectos principales de la compañía.
En cualquier caso, la apuesta no le ha ido mal: Gmail, Google talk, Google News e incluso AdSense, que supone el 25% de los ingresos de la compañía, nacieron como proyectos laterales. Pero más allá de los beneficios, los side projects pueden ser una gran herramienta para cohesionar un equipo, generar interés y atraer talento.
Mientras veía a mis compañeros tirar metros
y metros de cable coaxial y comer helado, me di cuenta de que hacía
bastantes días que no trabajaban con esa pasión y, sobre todo, ese nivel
de colaboración espontánea.
Nuestro loco y absurdo side project era lo mejor que nos podía pasar para escapar de la monotonía y el tedio del día a día,
en una fase del desarrollo de nuestro producto en la que, en vez de
desarrollar nuevas funcionalidades, llevábamos semanas realizando
interminables test y benchmarks para comprobar nuestra fiabilidad y competitividad antes de lanzar a nuestro bebé a batirse el cobre en la selva.
Por no hablar de las posibilidades promocionales –posts en nuestro blog y en el de terceros, charlas en conferencias técnicas, recursos de inbound marketing-
que nos proporcionaría demostrar como nuestra base de datos era capaz
de procesar miles de datos aeronáuticos por segundo, obtenidos mediante
antenas caseras -puro Internet of Things- y volcarlos en tiempo real a la web.
Donde muchos verían un gasto arbitrario de
tiempo, helado y recursos, yo veía la inversión más juiciosa que
habíamos hecho en mucho tiempo. La típica boutade que atrae talento que quiere trabajar con gente similar.
Es inevitable que, en una compañía que busque profesionales con iniciativa y apasionados por su profesión, surjan side projects.
Precisamente por eso, la principal preocupación de un directivo no
debería ser cómo gestionarlos para que no afecten a la productividad de
su equipo, sino el devastador significado que supondría no tener que
hacerlo.
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